El maltrato en la infancia deja secuelas para la salud mental en la vida adulta
El maltrato infantil es un factor de riesgo para el desarrollo de diversos problemas de salud; entre ellos, trastornos mentales. Estos eventos adversos infantiles no son inusuales y sus consecuencias pueden aparecer años más tarde en la vida adulta. Nuestra genética juega un papel importante en cómo reacciona el organismo a la exposición temprana a estrés.
Así lo expuso Lourdes Fañanás, profesora e investigadora catalana, en la reunión anual de la Sociedad Vasco-Navarra de Psiquiatría, celebrada el 22 de octubre en Vitoria-Gasteiz. La experta cree que no resulta fácil definir las experiencias que podamos considerar maltrato infantil, aunque el denominador común es la presencia de daño y sufrimiento significativos que comprometen el desarrollo psicológico y físico del mismo.
Recuerda la experta que “por desgracia, en nuestra sociedad estas vivencias ocurren con mayor frecuencia de lo que cabría imaginar. En muchos casos, los niños sufren simultáneamente experiencias de abuso físico, sexual y psicológico de forma repetida durante largos períodos de la niñez. En la mayoría de los casos, estos ocurren en el contexto familiar. Los efectos negativos de los malos tratos se extienden mucho más allá de los primeros años de la vida y contribuyen a un incremento de la mortalidad y morbilidad, no solo en la infancia, sino también en la etapa adulta”.
Asimismo, prosigue Lourdes Fañanás, “estas experiencias se asocian al riesgo de suicidio en la adolescencia, al consumo de drogas, o a conductas sexuales de riesgo, así como a un comportamiento criminal y al desarrollo de depresión o de psicosis durante la vida adulta”.
Ante estas realidad, la especialista puntualiza que “las ciencias comienza a comprender cómo estas experiencias dejan una huella neurobiológica que afecta a la respuesta futura al estrés psicosocial en la vida adulta”. Añade que “existen mecanismos epigenéticos (cambios sobre el ADN) que modifican la capacidad de algunos genes para expresarse adecuadamente cuando el sujeto se enfrenta a una situación de estrés emocional. En estos casos, la persona tendrá más dificultades para regular su sistema biológico y más probabilidad de desarrollar depresión y otros trastornos”.
En un estudio llevado a cabo por el equipo de la doctora Lourdes Fañanás en estudiantes universitarios, y publicado en la revista The British Journal of Psychiatry, se observó que “la exposición a abuso infantil grave (sexual, físico o emocional), pero no a situaciones de negligencia, se asociaba a una mayor probabilidad para expresar síntomas psicóticos en la vida adulta.
No obstante, la experta es positiva, ya que, tal y como señala, “estos trastornos se pueden tratar por los especialistas del sistema médico asistencial y mejorar sustancialmente la salud de la persona”. La explicación radica en que “la plasticidad del cerebro en desarrollo es alta y la capacidad de recuperación de los niños es tan grande, que si reciben el tratamiento clínico y psicológico adecuado y se les reubica temporalmente en un buen entorno familiar, el niño se recupera”.
Por ello, lo más importante es la identificación precoz de los niños expuestos a algún tipo de maltrato. En estos casos, Fañanás afirma que es el sistema escolar quien habitualmente da la voz de alarma, ya que suele ser reconocido por cambios bruscos de conducta y otras evidencias; también en el sistema sanitario -normalmente en las urgencias pediátricas-, donde el personal está preparado para esta identificación, activándose los protocolos del sistema para la protección del niño. En otras ocasiones son los familiares o amigos los que identifican la situación.